RECUERDO DE MI VIAJE
Miro con profunda atención el reflejo de tu calavera en las ventanas, paladeando palabras que no quiero escuchar. Me dices que me echas de menos sin admitir que te equivocaste y eso me hace recordar los maniquís del carnaval de Colonia, Maria Antonietas de ojos sorprendidos y cabello eléctrico que no sabían cómo habían perdido los restos de su cuerpo sin revolución y sin guillotina, hermosas como el pop sin relevancia que tú despreciabas y ahora escuchas. Perfectas y superficiales, sin pretender más que estar allí, luciendo peluca. Tú no lo comprendiste. Yo me pregunté si una cabeza seguiría pensando después de separarla del cuerpo al menos unos segundos, si podría fotografiar en un último instante el cuello desbordado sin final feliz. Si el anhelo y el deseo permanecía un poco más, lo suficiente como para lamentar ser disecada para gozo de los niños en carnaval, sin estómago para beber cerveza. Las fotografié. Después las promesas quedaron abandonadas en una papelera de Düsseldorf, arrugadas como papel de envolver. Lo que no vi venir es que envolvían el vacío; curioso final para tan poca vida. Sigue siendo de buena educación saber cuándo morirse. Tú siempre estuviste muy bien educado por suerte. Ahora colecciono postales de mis dieciséis amantes, catorce de los cuales murieron de buena muerte y nadie les disecó la cabeza para ponerles cabello verde o rosa. París es cruel cuando vas solo, ya me lo advirtieron las canciones. No importa. Ya no miro más tu tumba, ¿para qué?, ahora llevo flores a otros muertos que prefirieron ser atropellados antes que mirar a ambos lados de la carretera. Pienso en Albert Pla, casi sonrío, casi canto, pero varío la letra para que los viajeros la comprendan: un amante muerto, es un amante menos.
María Zaragoza
1982
Escritora
Madrid