Mi primera reunión de "Tupper"
Hoy les quiero contar de las reuniones de "Tupper" que se celebraban en mi barrio el primer fin de semana de cada mes. El Tupperware es una gran franquicia que vende/fabrica recipientes plásticos para comida de todo tipo de formas y de los colores mas graciosos que se pueda imaginar. Nada mejor para mantener un guiso bien caliente por aquí, un gazpachito bien frío por allá. (Esto me lo estoy inventando. En la Argentina el gazpacho simplemente no existe.Yo mismo pensaba hasta hace poco que era una especie de bufanda). En el barrio eran conocidas como "Las chicas de Tupper", amas de casa de clase media-alta un poquito inútiles y aburridas, con trastornos bipolares la mayoría, que se automedican a mansalva y que no tienen mayores preocupaciones que conseguir esas pantymedias que hagan conjunto con aquella blusa morada y tener el guiso carrero siempre listo justo para la hora de la cena. Cualquier lumpen diría que son el "detritus" de la vieja sociedad patricia de fines del siglo XIX, predestinadamente acomodada, sujeta a la Tradición, ahí, pujando por una ensaladera amarillo patito. La que gane emitirá gozosos grititos de júbilo, imaginando las horas de diversión, la cantidad de usos posibles que le podría dar a esa extraña superficie cóncava con estampados de florecillas tornasoladas (el último modelo). Pujan y pujan, y alguna se sirve un whyskicito con media pastilla, mientras sus hijos juegan descalzos afuera, preguntándose porque mamá se parece cada vez más a Robotobor y el maquillaje se le escurre por la cara como si fuera de fórmica y no se da cuenta. Muy bien, se las puede contar como otras de esas "casualties" para agregar en la lista de víctimas de la falocracia argentina de finales de los'70.(Recordemos las películas de Palito). Elegantemente lobotomizadas, nadie ha desaparecido nunca. Felices si al apagar la luz el último libro de Silvina Bullrich sigue ahí, en la mesita de noche...Un día pasaron por debajo de mi puerta una tarjetita de invitación. La promotora se llamaba Mary de Mieri (o algo así). Y entonces mamá se unió a ellas. Jamás me contó de su infelicidad. De las terribles ganas de que alguien se la cogiera de vez en cuando. Del nuevo e irracional pavor que comenzó a sentir por los productos de la última línea de Revlon. Solo se fué un sábado sin decir nada. Como una de las poseídas de Stepford...
Siempre así, pujando y pujando. Hasta que la Yoli se suicide, o la Norma le pegue un tiro en las pelotas al marido.
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